martes, 27 de marzo de 2012

La seda de Valencia y sus leyendas

La Lonja y La Ruta de La Seda: primera entrega

Un fantasma recorre Valencia, de nombre Mansur al-Bastali, Vicente-el-Panadero, entre nosotros. Nació allá por el 1190 y presenció con dolor la conquista de la ciudad por Jaime I, y la cuenta así a niños y mayores junto con la historia sedera del barrio del Mercado de la ciudad:

                          
                            El fantasma Mansur con su fantasmito

“Donde está esta puerta de la Lonja estuvo en mis tiempos una puerta de la ciudad de Valencia, “la ciudad de barro”, como la llamabamos. La puerta de ingreso la conocíamos con el nombre de Bab-al Qaysariyya, la Puerta del César. No por nada, sino porque este espacio, todavía hoy concurrido en las mañanas, se vendía la mercancía para la más preciada indumentaria de aquella época, la seda. Te explico su leyenda: La historia comienza así, según me trasmitió un sabio chino de larga coleta y manto de tafetán rojo hasta los pies, que la leyó en un libro de Confucio: una hija del mismísimo emperador, se enamoró de uno de los servidores de palacio. Su padre, al saberlo, se negó en redondo al matrimonio. Y ella, con semblante nostálgico en una tarde primaveral, se sentó en un diván bajo un árbol, que no era otro sino una morera. La camarera le sirvió una bebida relajante, el té verde bien caliente, otro invento de los chinos, de casi tres milenios de antigüedad. Cuando se lo llevaba a los labios, un sonido seco en el líquido le advirtió de que algo se había introducido en la taza de porcelana. Al mostrárselo a su preceptor, éste, con su sabiduría milenaria, advirtió que se parecía a un capullo y se había deshilachado el capullo formando un resistente y tenue hilo, de una suavidad maravillosa, que además se podía tejer. Fue el origen de la seda, como tantos inventos chinos, la pólvora tan conocida en Valencia durante las fallas, la porcelana, de moda en Castellón o el mismo té chino.


                                        
                                             Seda china

“ El siguiente paso en su difusión fue un asunto de espionaje industrial según cuenta otra leyenda. Nos cuenta Procopio de Cesárea (500-565) que la llegada de las primeras simientes de gusanos de seda a Europa fue consecuencia de un hecho singular. Una embajada de monjes de Bizancio llegó durante el siglo VI a Pekín con el objeto de convertir este vasto imperio al cristianismo,empezando por su cabeza. El emperador pues claro, contestó que “naranjas de la China”. Pero los astutos monjes no olvidaron regresar a occidente sin esconder en la punta de sus bastones algunos capullos de este preciado material . Así se conoció su fabricación en el mundo cristiano. La consecuencia fue que al vasto imperio de China su interlocutor cristiano de Occidente lo bautizó con el nombre de “País de los Seres”, es decir, de los que se dedican a la sericultura o cultivo de la seda.

“Tras la conquista de Persia, a mediados del siglo VII, los musulmanes controlaron la ruta de la seda y, al extender después su dominio sobre el norte de África y la Península Ibérica, difundieron este saber técnico hacia el Mediterráneo occidental. Al-Andalus fue la primera región del continente europeo en donde se identifica la cría del gusano de seda de forma masiva, incluso con su calendario para su cultivo y fabricación. En el año 948, Ibn Hawqal eminente viajero y geógrafo nacido en la actual Turquía, dejó constancia de su visita a la Real Fábrica de manufacturas de Qurtuba (Córdoba) en su obra Surat al-Ard (“La faz de la Tierra”): “Nadie, en cualquier parte del mundo, puede igualar a los artesanos de Al-Ándalus…; sus productos se exportan a Egipto y a veces hasta los confines del Jurasán;… Son sus sedas las más hermosas…”. La calidad de las sedas producidas en el Dar Al-Tiraz (“Casa de la Seda”) de la capital Omeya, les permitió competir con los más maravillosos tejidos de Bizancio y Bagdad. Los musulmanes andalusíes también tuvieron sederías en Murcia y la misma Valencia, en este barrio del Mercado actual, por donde pasaba la acequia de Rovella, necesaria para teñir los valiosos tejidos de índigo o de púrpura carmesí. Luego se adornaba con hilos de oro, perlas o piedras preciosas. Vamos, que era el modelo alta costura respecto a los tejidos de lana que serían los de nuestras hoy difundidas marcas comerciales de precios asequibles. Y no sólo vestidos, también velos de damisela, pasamanería para manteles, gualdrapas de caballos, telas para estandartes y delicados guantes.

"Tres siglos después, Marco Polo abriría esa ruta de la seda con un encuentro de culturas que permitió la difusión de ideas y creencias, de técnicas de fabricación y de obras de arte. Los chinos y mongoles conocieron vagamente las creencias cristianas, los cristianos a su vez alimentaron la leyenda de las Indias, con el preste Juan, fabuloso emperador cristiano del Oriente o comentarios sobre la vida de los monjes budistas.


                                     

    Mapa de Valencia del siglo XII con Bab-Alqaiseriya (puerta del césar)


“Finalmente en la época de fundación de esta notable casa llamada Lonja de Mercaderes, en el siglo XV, bajo Alfonso el Magnánimo, la seda se producía en Valencia y era vendida a las fábricas locales y foráneas como materia prima. En la ciudad de Valencia, hasta la toponimia de finales del siglo XV nos deja constancia de los muchos huertos y patios que, dentro y fuera de la ciudad existían. Las moreras municipales estaban fuera en la calle de la Vall de les Moreres, lindante con la calle de las Barcas. Pero la seda también nos llegaba ya fabricada en hermosos diseños por medio de las naves venecianas o genovesas, pues en Lucca y Bolonia se torcía el hilo ya en el siglo XIII, con el torno circular -a mano o con fuerza hidráulica- y se le imprimía preciosos diseños, mientras Génova aumentó el número de sus husos. Y creó un patrón común en los tejidos lujosos. Se trata de la denominada marca genovesa aceptada como propia en las ordenanzas sederas de Valencia. Nuestra Lonja de la Seda la imaginaríamos bulliciosa y concurrida, como una importante Feria Textil con visitantes de otros países. Las ordenanzas fundacionales del oficio de tejedores de la seda de Valencia señalan cómo fueron, de origen judeoconverso la mayoría de tejedores de esta época.

“Por desgracia, bajo los Austria, Toledo aumentó el número de sederías dejando en un segundo plano las de Valencia. Pero, ¿quién de niño no jugó con una cajita agujereada donde alimentaba con hojas de morera a los gusanos que fabricarían laboriosos su capullo precioso?”

José-Vicente Niclós